miércoles, 31 de agosto de 2016

La Banda F, muy pronto divertida historia

¿De qué ira esta historia?

Simple, un grupo de amigos, cuyos caminos la vida ha ido juntando,  deciden mudarse juntos a una casa a las afueras de un pacifico pueblo... pero las cosas no siempre resultan como uno planea...

Les prometo grandes aventuras y un buen sentido del humor  con este comic que empezaré a publicar desde la próxima semana en este mismo blog, subcultura y mas pausadamente en facebook

miércoles, 1 de junio de 2016

El Cientifico Loco - libro infantil

Este es un proyecto de mi colegio, en el cual los estudiantes de once debemos cuidar a un ahijado y hacerle un libro a fin de año.Por eso hay cosas que muchos no entenderán porque son de la vida de mi ahijado Emiliano Echeverry y yo














lunes, 1 de febrero de 2016

Naufragio


El siguiente relato, escrito por mi, empezó como un simple ejercicio de colegio y se volvió algo mas, hasta el punto de que he decidido hacer de el el pasado de un personaje que retomare (si los dioses así lo desean) en un cómic en cuya elaboración estoy trabajando (empezando tímidamente a trabajar, de hecho espero, de corazón,que ustedes lo disfruten tanto como yo.Por ultimo, espero  que disfruten tanto leyéndolo como yo escribiéndolo.

                                                                          NAUFRAGIO


Tiempo despues, al sentir cercano el beso de la muerte, José Evaristo Silva miro atrás en el tiempo, hasta recordar aquella aventura en la que  se embarco siendo solo un niño.
En aquel entonces los viajes por mar eran más largos y tortuosos y para ir de un océano a otro había que ir hasta el estrecho de Magallanes. Y las aguas, traicioneras y maliciosas jugaban con los barcos como si se tratase de cascaras de nuez. 
Todo empezó cuando una ola golpeo el barco tan fuerte que cada astilla, clavo o amarra gimió, como motivadas por el terror de soltarse de la esplendida embarcación. Era una enorme fragata que traía consigo algunos pasajeros, aparte de la carga habitual. Evaristo quien solo contaba con 11 años, quedo impactado al ver como una joven, de piel  canela y ojos calé, sentada en el extremo de la proa, observando al mar con sus ojos inquisidores.
El atardecer sobre el horizonte era un panorama hermoso, lleno de tonalidades anaranjadas, amarillas, rojas verdes y violetas, como en una acuarela de pinceladas místicas. Pero la tonalidad purpura de las nubes poco a poco se torno negruzca y un fuerte aguacero le siguió las huellas a la inminente agitación del mar.
“¡¡Rápido, todos los pasajeros a sus camarotes!!”Dijo con voz severa el contramaestre “¡¡y en cuanto a ustedes, dijo señalando a los marineros que tenia mas a la vista, creo que no tengo que decirles que se dirijan a sus puestos, montón de perezosos!!”
La joven, llamada Sahara, se sobresalto como sacada de un sueño, pero no tardo en dirigirse a la segunda cubierta, mientras que Evaristo,  aún  aturdido por su belleza, se  chocó de bruces con un marinero robusto y de aspecto tosco “¡fíjate por donde andas, mocoso! No creas que porque tu padre es un  pasajero importante vas a tener impunidad aquí” le reclamó  el hombre claramente alterado  “lo siento, no se repetirá” dijo Evaristo a lo que el hombre, fuerte como Sansón, pero violento como Ares replicó “ruega que sea la última vez, porque si no yo me encargare de que no haya tercera”.
Evaristo, que no dudaba de la veracidad de esa amenaza salió corriendo en dirección contraria, esta vez fijándose de no hacer algo similar. Su padre, Don Daniel Silva, un reconocido científico considerado el más importante, no sólo en su país sino en toda  América, seguía reunido con los demás hombres de ciencia del barco, así que decidió que era mejor no molestarlo. En su lugar decidió ver más de cerca a aquella enigmática joven, lo que lo llevo a verse inmerso en una tribu de gitanos.
Estos vagaban por el mundo montando un espectáculo por cada ciudad, aldea, villa, o pueblo.  Eran parte feria de variedades, parte circo, parte teatro y nutrido con la cultura de cada paraje remoto que habían tenido la oportunidad de conocer. Sin embargo ello no significaba que hubieran perdido en ningún momento su propia identidad.
Sahara se veía melancólica. Evaristo creyó que se debía a alguna tragedia o alguna dolencia física, pero la verdad era mucho más simple: a su corazón romántico le entristecía no poder ver por los nubarrones como la silueta del sol se terminara de recortar contra el mar, para dar paso finalmente al manto estrellado de la noche.
Viendo esto, uno de los ancianos de la tribu, de ropa oscura, ojos verdes y profundos y un sombrero cuyas alas recordaban las de un cuervo, le ofreció unos manuscritos, cuyo contenido estaba, aparentemente, escrito en sanscrito. Sahara hizo un gesto de agradecimiento y se dispuso a leer, cuando de repente fue interrumpida por Evaristo, quien le preguntó con un tono lo más educado posible “Disculpe señorita ¿podría leer con usted?”, Sahara se sobresaltó al percibir la presencia de aquel niño payo, de aspecto educado que se le había acercado sin hacer ruido.  ” ¿Estás perdido niño? ¿Dónde están tus padres?”.  A lo que él respondió  “Mi padre ahora se encuentra ocupado…en cuanto a mi madre…”.  Sahara sólo tuvo que mirar la mirada triste del muchacho para inferir que la susodicha estaba fallecida. “Entiendo… pero ¿Por qué quieres leer esto conmigo? Ni siquiera sabes qué es o de qué se trata”.  “Si alguien tan hermoso como tú lo le lee, debe valer la pena”.  Sahara se ruborizó al oír eso.  Sin embargo, a diferencia de  él, ella lo seguía viendo como un niño. “¿Sabes sanscrito?” preguntó con algo de incredulidad, y Evaristo, hijo de un hombre sumamente ilustrado contestó con un firme “sí”.   “Entonces, por mi no hay problema”.
Aquellos manuscritos resultaron ser una recopilación de crónicas, leyendas y relatos que reunían, entre realidad y fantasía, la historia de la tribu de Sahara.  La razón por la que estaban en Sanscrito y  no en Romaní era para ocultar su identidad en lugares  donde gitano era considera una mala palabra.
Durante los siguientes días, la tormenta no cesó, así que Evaristo iba todos los días a leer con Sahara esos manuscritos.  Mientras tanto, los navegantes se hallaron en un enorme lio para mantenerse a flote. El mal tiempo no dejaba  usar el astrolabio, la alteración constante en el eje de la cubierta no permitía darle un buen uso al sextante y una anomalía alteraba a las brújulas, haciéndolas bailar en una danza de demencia absoluta. Por si fuera poco, las olas, como autenticas montañas de agua impedían al  timonel mantener rumbo fijo.

El padre de Evaristo le mostraba a su hijo como a través del catalejo sólo se veía bruma y olas,  visión que de vez en cuando se veía interrumpida por una pequeña mancha negra, correspondiente al cuerpo de algún marino que  cediendo ante la tormenta emprendía la larga travesía al encuentro de Davy Jones  y citaba un pasaje de la Balada de Viejo Marinero, de Samuel Coleridge “Tales hombres tan hermosos!... y todos ellos muertos yacían… y miles de miles de cosas pegajosas vivían aún,  y yo también…”
En cuanto a la historia que leían el niño y la joven,  hablaba de un hombre que vivía en una villa de un país lejano por donde pasó un día la Caravana Real huyendo de una plaga que había infestado al centro del reino.   El hombre  llamado Ranza,  se enamoró de la princesa,  la cual sorprendentemente le  correspondió,  pero el Rey  temeroso de que a sus problemas se le uniera el perder la pureza de su linaje le puso una prueba al joven: Sólo si le mostraba algo tan sorprendente que lo dejara mudo por un minuto entero le otorgaría la mano de su hija.
La ardua búsqueda de Ranza apenas comenzaba cuando sucedió algo terrible en el barco: Un vigía divisó lo que aparentemente era una cima blanca.  Al principio la noticia fue bien recibida, pues muchos pensaron que se trataba de una isla. Pero esas esperanzas se esfumaron pronto al descubrir  que no era tierra lo que tenían enfrente, sino hielo.  Así es, un iceberg, y la corriente parecía empujarlos justamente hacia allá.
Todos los que podían usar la fuerza o la razón hicieron todo lo posible para modificar el rumbo, pero la tormenta indolente no lo permitió y el temido impacto llegó.  La quilla se fracturó y varias heridas en la superficie  del barco dieron paso a la inundación.
Muchos murieron  por el clima helado o la violencia del mar.  Algunos marinos,  gitanos,  el padre de Evaristo y Evaristo mismo treparon al propio iceberg, a riesgo de congelarse. Cuando  llego la  calma, el niño, si es que se le podía seguir llamando así comprendió la gravedad de las palabras de su padre.  Sahara por su parte lloró  por todos sus amigos y familiares hasta que ya no le quedaron lágrimas.  Después, para sobrellevar la monotonía leyeron juntos lo que seguía en los manuscritos, que Evaristo había logrado salvar. A Ranza tampoco le había ido bien. Despues de descubrir una planta cuyos tallos huecos producían una música que despertaba en el oyente la sensación que el músico deseara, el rey acepto de mala gana.
Pero antes de consumar el matrimonio un sobrino del rey fue asesinado y el puñal asesino encontrado en la alforja de Ranza. Así que Ranza fue encarcelado en las peores condiciones posibles pasando hambre y frio.  A los jóvenes les  impresionó el saber como el personaje estaba pasando por una situación similar a la suya, pero pronto  su atención fue desviada hacia el padre de Evaristo, cada vez más flaco y pálido, pues no comía para que su hijo pudiera vivir.  Aunque ambos le insistieron, el buen hombre terminó muerto por inanición.
La historia proseguía: la princesa se las había arreglado para planear una conspiración que le devolvería a su amado para huir juntos.
Pero en el momento decisivo el iceberg, cada día más pequeño, dio una sacudida que tumbo a Evaristo, quien no pudo recuperarse.  Después de varias horas en el mar, llegó casi milagrosamente a una isla de Argentina. Y desde entonces hasta su muerte a una edad avanzada,  Evaristo nunca pudo saber qué había sido de Sahara, cuyo rostro guardó en lo profundo de su corazón como el más tierno de sus recuerdos, ni de Ranza cuya historia nunca jamás consiguió encontrar en ninguna biblioteca, archivo o librería.
 Esta historia está dedicada a todas las historias con un final inconcluso.

                                                                                             --David González Vásquez