¿De qué ira esta historia?
Simple, un grupo de amigos, cuyos caminos la vida ha ido juntando, deciden mudarse juntos a una casa a las afueras de un pacifico pueblo... pero las cosas no siempre resultan como uno planea...
Les prometo grandes aventuras y un buen sentido del humor con este comic que empezaré a publicar desde la próxima semana en este mismo blog, subcultura y mas pausadamente en facebook
Bienvenido a mi blog ! Si te gustan los cómics y la ilustración, o te dan curiosidad , aquí podrás ver algunos de mis trabajos que, espero, sean de tu agrado.
miércoles, 31 de agosto de 2016
lunes, 15 de agosto de 2016
viernes, 5 de agosto de 2016
domingo, 31 de julio de 2016
martes, 12 de julio de 2016
domingo, 10 de julio de 2016
lunes, 6 de junio de 2016
miércoles, 1 de junio de 2016
El Cientifico Loco - libro infantil
Este es un proyecto de mi colegio, en el cual los estudiantes de once debemos cuidar a un ahijado y hacerle un libro a fin de año.Por eso hay cosas que muchos no entenderán porque son de la vida de mi ahijado Emiliano Echeverry y yo
lunes, 30 de mayo de 2016
viernes, 27 de mayo de 2016
domingo, 22 de mayo de 2016
domingo, 15 de mayo de 2016
viernes, 29 de abril de 2016
viernes, 19 de febrero de 2016
Los Rolling Ruanas - Paint It Black (Rolling Stones Cover)
No soy lo único genial de Colombia, tengan algo de buena música.
lunes, 15 de febrero de 2016
lunes, 1 de febrero de 2016
Naufragio
El siguiente relato, escrito por mi, empezó como un simple ejercicio de colegio y se volvió algo mas, hasta el punto de que he decidido hacer de el el pasado de un personaje que retomare (si los dioses así lo desean) en un cómic en cuya elaboración estoy trabajando (empezando tímidamente a trabajar, de hecho espero, de corazón,que ustedes lo disfruten tanto como yo.Por ultimo, espero que disfruten tanto leyéndolo como yo escribiéndolo.
NAUFRAGIO
Tiempo despues, al sentir cercano
el beso de la muerte, José Evaristo Silva miro atrás en el tiempo, hasta
recordar aquella aventura en la que se
embarco siendo solo un niño.
En aquel entonces los viajes por
mar eran más largos y tortuosos y para ir de un océano a otro había que ir
hasta el estrecho de Magallanes. Y las aguas, traicioneras y maliciosas jugaban
con los barcos como si se tratase de cascaras de nuez.
Todo empezó cuando una ola golpeo
el barco tan fuerte que cada astilla, clavo o amarra gimió, como motivadas por
el terror de soltarse de la esplendida embarcación. Era una enorme fragata que
traía consigo algunos pasajeros, aparte de la carga habitual. Evaristo quien
solo contaba con 11 años, quedo impactado al ver como una joven, de piel canela y ojos calé, sentada en el extremo de la
proa, observando al mar con sus ojos inquisidores.
El atardecer sobre el horizonte
era un panorama hermoso, lleno de tonalidades anaranjadas, amarillas, rojas
verdes y violetas, como en una acuarela de pinceladas místicas. Pero la
tonalidad purpura de las nubes poco a poco se torno negruzca y un fuerte
aguacero le siguió las huellas a la inminente agitación del mar.
“¡¡Rápido, todos los pasajeros a
sus camarotes!!”Dijo con voz severa el contramaestre “¡¡y en cuanto a ustedes, dijo
señalando a los marineros que tenia mas a la vista, creo que no tengo que
decirles que se dirijan a sus puestos, montón de perezosos!!”
La joven, llamada Sahara, se sobresalto
como sacada de un sueño, pero no tardo en dirigirse a la segunda cubierta, mientras
que Evaristo, aún aturdido por su belleza, se chocó de bruces con un marinero robusto y de
aspecto tosco “¡fíjate por donde andas, mocoso! No creas que porque tu padre es
un pasajero importante vas a tener impunidad
aquí” le reclamó el hombre claramente
alterado “lo siento, no se repetirá”
dijo Evaristo a lo que el hombre, fuerte como Sansón, pero violento como Ares
replicó “ruega que sea la última vez, porque si no yo me encargare de que no haya
tercera”.
Evaristo, que no dudaba de la
veracidad de esa amenaza salió corriendo en dirección contraria, esta vez
fijándose de no hacer algo similar. Su padre, Don Daniel Silva, un reconocido
científico considerado el más importante, no sólo en su país sino en toda América, seguía reunido con los demás hombres
de ciencia del barco, así que decidió que era mejor no molestarlo. En su lugar
decidió ver más de cerca a aquella enigmática joven, lo que lo llevo a verse
inmerso en una tribu de gitanos.
Estos vagaban por el mundo
montando un espectáculo por cada ciudad, aldea, villa, o pueblo. Eran parte feria de variedades, parte circo,
parte teatro y nutrido con la cultura de cada paraje remoto que habían tenido
la oportunidad de conocer. Sin embargo ello no significaba que hubieran perdido
en ningún momento su propia identidad.
Sahara se veía melancólica.
Evaristo creyó que se debía a alguna tragedia o alguna dolencia física, pero la
verdad era mucho más simple: a su corazón romántico le entristecía no poder ver
por los nubarrones como la silueta del sol se terminara de recortar contra el
mar, para dar paso finalmente al manto estrellado de la noche.
Viendo esto, uno de los ancianos
de la tribu, de ropa oscura, ojos verdes y profundos y un sombrero cuyas alas
recordaban las de un cuervo, le ofreció unos manuscritos, cuyo contenido
estaba, aparentemente, escrito en sanscrito. Sahara hizo un gesto de
agradecimiento y se dispuso a leer, cuando de repente fue interrumpida por
Evaristo, quien le preguntó con un tono lo más educado posible “Disculpe
señorita ¿podría leer con usted?”, Sahara se sobresaltó al percibir la
presencia de aquel niño payo, de aspecto educado que se le había acercado sin
hacer ruido. ” ¿Estás perdido niño? ¿Dónde
están tus padres?”. A lo que él
respondió “Mi padre ahora se encuentra ocupado…en
cuanto a mi madre…”. Sahara sólo tuvo
que mirar la mirada triste del muchacho para inferir que la susodicha estaba
fallecida. “Entiendo… pero ¿Por qué quieres leer esto conmigo? Ni siquiera
sabes qué es o de qué se trata”. “Si
alguien tan hermoso como tú lo le lee, debe valer la pena”. Sahara se ruborizó al oír eso. Sin embargo, a diferencia de él, ella lo seguía viendo como un niño.
“¿Sabes sanscrito?” preguntó con algo de incredulidad, y Evaristo, hijo de un
hombre sumamente ilustrado contestó con un firme “sí”. “Entonces,
por mi no hay problema”.
Aquellos manuscritos resultaron
ser una recopilación de crónicas, leyendas y relatos que reunían, entre
realidad y fantasía, la historia de la tribu de Sahara. La razón por la que estaban en Sanscrito
y no en Romaní era para ocultar su
identidad en lugares donde gitano era
considera una mala palabra.
Durante los siguientes días, la
tormenta no cesó, así que Evaristo iba todos los días a leer con Sahara esos
manuscritos. Mientras tanto, los
navegantes se hallaron en un enorme lio para mantenerse a flote. El mal tiempo
no dejaba usar el astrolabio, la alteración
constante en el eje de la cubierta no permitía darle un buen uso al sextante
y una anomalía alteraba a las brújulas, haciéndolas bailar en una danza
de demencia absoluta. Por si fuera poco, las olas, como autenticas montañas de
agua impedían al timonel mantener rumbo
fijo.
El padre de Evaristo le mostraba
a su hijo como a través del catalejo sólo se veía bruma y olas, visión que de vez en cuando se veía
interrumpida por una pequeña mancha negra, correspondiente al cuerpo de algún
marino que cediendo ante la tormenta
emprendía la larga travesía al encuentro de Davy Jones y citaba un pasaje de la Balada de Viejo
Marinero, de Samuel Coleridge “Tales hombres tan hermosos!... y todos ellos
muertos yacían… y miles de miles de cosas pegajosas vivían aún, y yo también…”
En cuanto a la historia que leían
el niño y la joven, hablaba de un hombre
que vivía en una villa de un país lejano por donde pasó un día la Caravana Real
huyendo de una plaga que había infestado al centro del reino. El hombre llamado Ranza, se enamoró de la princesa, la cual sorprendentemente le correspondió, pero el Rey temeroso de que a sus problemas se le uniera
el perder la pureza de su linaje le puso una prueba al joven: Sólo si le
mostraba algo tan sorprendente que lo dejara mudo por un minuto entero le
otorgaría la mano de su hija.
La ardua búsqueda de Ranza apenas
comenzaba cuando sucedió algo terrible en el barco: Un vigía divisó lo que
aparentemente era una cima blanca. Al
principio la noticia fue bien recibida, pues muchos pensaron que se trataba de
una isla. Pero esas esperanzas se esfumaron pronto al descubrir que no era tierra lo que tenían enfrente,
sino hielo. Así es, un iceberg, y
la corriente parecía empujarlos justamente hacia allá.
Todos los que podían usar la
fuerza o la razón hicieron todo lo posible para modificar el rumbo, pero la
tormenta indolente no lo permitió y el temido impacto llegó. La quilla se fracturó y varias heridas en la
superficie del barco dieron paso a la
inundación.
Muchos murieron por el clima helado o la violencia del mar. Algunos marinos, gitanos, el padre de Evaristo y Evaristo mismo treparon
al propio iceberg, a riesgo de congelarse. Cuando llego la
calma, el niño, si es que se le podía seguir llamando así comprendió la
gravedad de las palabras de su padre.
Sahara por su parte lloró por
todos sus amigos y familiares hasta que ya no le quedaron lágrimas. Después, para sobrellevar la monotonía leyeron
juntos lo que seguía en los manuscritos, que Evaristo había logrado salvar. A
Ranza tampoco le había ido bien. Despues de descubrir una planta cuyos tallos
huecos producían una música que despertaba en el oyente la sensación que el
músico deseara, el rey acepto de mala gana.
Pero antes de consumar el
matrimonio un sobrino del rey fue asesinado y el puñal asesino encontrado en la
alforja de Ranza. Así que Ranza fue encarcelado en las peores condiciones posibles
pasando hambre y frio. A los jóvenes
les impresionó el saber como el
personaje estaba pasando por una situación similar a la suya, pero pronto su atención fue desviada hacia el padre de
Evaristo, cada vez más flaco y pálido, pues no comía para que su hijo pudiera
vivir. Aunque ambos le insistieron, el
buen hombre terminó muerto por inanición.
La historia proseguía: la
princesa se las había arreglado para planear una conspiración que le devolvería
a su amado para huir juntos.
Pero en el momento decisivo el
iceberg, cada día más pequeño, dio una sacudida que tumbo a Evaristo, quien no
pudo recuperarse. Después de varias
horas en el mar, llegó casi milagrosamente a una isla de Argentina. Y desde
entonces hasta su muerte a una edad avanzada, Evaristo nunca pudo saber qué había sido de
Sahara, cuyo rostro guardó en lo profundo de su corazón como el más tierno de
sus recuerdos, ni de Ranza cuya historia nunca jamás consiguió encontrar en
ninguna biblioteca, archivo o librería.
Esta historia está dedicada a todas las
historias con un final inconcluso.
--David González Vásquez
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